Es bien sabido que nuestro sistema solar forma parte de una galaxia espiral, la Vía Láctea, que aparte de brindarnos una vista espectacular del cielo nocturno es, a todas luces, nuestro patio estelar de recreo. Con esto quiero decir que, si algún día la raza humana se dedica a viajar por las estrellas, nuestra actividad espacial se verá confinada, en el mejor de los casos, a unos cuantos de miles de años-luz alejados de la Tierra. Las leyes de la física son muy restrictivas al respecto; incluso si conseguimos construir un ingenio que nos acerque a la velocidad de la luz estamos hablando de distancias casi insalvables. Alguno pensará: «un momento ¿y qué pasa con los agujeros de gusano y los motores de curvatura que salen en las pelis?»
Bueno, acelerar un vehículo a velocidades relativistas, a un 10% la velocidad de la luz, sería algo extremadamente difícil y super caro pero plausible con nuestra ciencia actual; el resto de planteamientos, si bien han sido valorados por algunos científicos, siguen siendo ciencia-ficción hasta que se demuestre lo contrario.
Así que, durante algunos siglos por lo menos, parece que tendremos que conformarnos con observar el universo con telescopios y otros instrumentos cada vez más ingeniosos y afinados (cómo el interferómetro de ondas gravitacionales) y descubrir todos esos secretos insondables desde casa.
Sinceramente, no está mal para una raza de primates venidos a más. Sorprende la cantidad de cosas que hemos descubierto y las que no pero que ya intuimos. Con este pensamiento en la cabeza el otro día me pregunté cuál sería la galaxia más grande conocida y cuál la más pequeña. Y digo conocida porque con los millones y millones que hay desperdigadas por ahí, no me extrañaría que los astrónomos encuentren pronto nuevos candidatos que destronen a las que ahora ocupan el trono.
La más colosal, IC 1101, es una galaxia elíptica cuyo diámetro medio es de 6 millones de años luz (60 veces más grande que la Vía Láctea ¡WTF!). Se trata de una monstruosidad que encima está haciéndose más y más grande a cada paso porque, por lo visto, está engullendo a otras galaxias más pequeñas del cúmulo al que pertenece. Este cúmulo se llama Abell 2029 y está francamente lejos de nosotros, a 1000 millones de años-luz de distancia, lo que quiere decir que lo que vemos de IC 1101 está 1000 millones de años en el pasado. Seguramente IC 1101 en mayor de lo que vemos ahora mismo.
Por el contrario, la galaxia más escuálida, la que menos masa tiene, se llama Segue 2. Es tan ligera que apenas 1000 estrellas la componen y existe seguramente gracia a un extra de materia oscura que está ahí para ayudar a su cohesión. Segue 2 es una galaxia satélite de nuestra Vía Láctea y su descubridor James Bullock dijo en su día que encontrarla fue como descubrir un elefante más pequeño que un ratón. No me extraña.
Es una pena que no haya podido confirmar el tamaño de Segue 2. En algunas enlaces he leído que apenas mide 100 años-luz de diámetro pero no encontrado fuentes fiables.
Da igual. Vivimos en una época apasionante donde el conocimiento se renueva cada poco tiempo. Hemos conocido al leviatán de las galaxias y también al krill. Si sigo con la metáfora diría que la Vía Láctea es como un tortuga más bien canija. ¿Qué otras maravillas nos depara este inmenso océano cósmico? A veces me gustaría transportarme lejos en el futuro para verlo. Quién sabe, la física que conocemos nos permite viajar hacia adelante en el tiempo gracias a la naturaleza del espacio-tiempo y la relatividad.
¿Mola saber un poco sobre galaxias? Yo creo que sí.