Traducción del artículo visto en: arstechnica.
Una de las primeras cosas que aprenden los niños de su lengua nativa, es el sistema de consonantes y vocales, así como otras características fonéticas del habla, como el tono. En el primer año de vida, el conjunto de sonidos que recibe el oído de un bebé hace que su cerebro comience a desarrollar la capacidad de discernir las sutiles diferencias del lenguaje —sentando las bases que le permitirán aprender palabras y gramática.
¿Pero qué ocurre si ese niño se cambia a una cultura diferente después de establecer los cimientos de su lengua materna? ¿Lo olvida todo acerca de ese primer idioma, o quedan restos que permanecen enterrados en su cerebro?
Según un estudio reciente de PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), los efectos del aprendizaje de un primer idioma quedan grabados permanentemente en el cerebro, aunque dicho aprendizaje se detenga y el idioma sea remplazado por otro. Para identificar esta impronta cerebral, los investigadores utilizaron imágenes de resonancia magnética (IRM) en niños que habían sido adoptados, para ver que patrones neuronales podrían identificarse años después de la adopción.
Debido a que no todas las funciones lingüísticas tienen efectos fácilmente identificables en el cerebro, los investigadores decidieron centrarse en el tono léxico. Éste es una característica de algunos idiomas que, con un cambio en su pronunciación, puede variarse el significado de las palabras. Por ejemplo, en chino mandarín, la palabra “ma” con un acento tonal ascendente significa “cáñamo”, pero la misma sílaba con un acento tonal descendente significa “regañar”.
Las personas que hablan lenguas tonales tienen diferencias en la actividad cerebral de una región del hemisferio izquierdo de su cerebro. Esta región se activa para procesar una distinción en el significado lingüístico; los sonidos no lingüísticos se procesan en el hemisferio derecho. La información sobre el acento tonal se aprende a muy temprana edad: niños provenientes de lenguas chinas (incluyendo mandarín y cantonés) ya con cuatro meses mostraron signos de reconocimiento en el contraste tonal.
Los investigadores se centraron en veintiún niños chinos que habían sido adoptados a temprana edad. La edad promedio de los niños en adopción fue 12,8 meses, lo que significa que es probable que hubieran aprendido a reconocer el tono antes de ser adoptados. Desde su adopción, los niños habían sido expuestos exclusivamente al francés, creciendo como monolingües y sin ningún conocimiento consciente del chino.
Como comparativa, los investigadores utilizaron once niños que hablaban sólo francés, así como un tercer grupo de doce niños bilingües que hablaban chino y francés. Todos ellos —con edades comprendidas entre los nueve y los diecisiete años—, completaron tareas que implicaba la discriminación del tono, mientras fueron sometidos a un escáner IRM. Los niños oyeron pares de frases compuestas de palabras sin sentido que utilizaban sonidos del habla china, o tarareaban frases con información tonal. Cada par de términos tenía una diferencia de tono en la última sílaba. Se pidió a los niños que pulsaran un botón si la sílaba final les sonaba diferente o igual.
Todos los niños fueron capaces de responder con gran precisión y no hubo diferencia, en entre ambos grupos, en la exactitud y los tiempos de reacción. Sin embargo, sus resonancias magnéticas mostraron una diferencia en la forma en que procesaban la información.
Los niños bilingües chino-francófonos utilizaban la región cerebral del hemisferio izquierdo especializada, que se encuentra entre los hablantes de lenguas tonales, mientras que los hablantes monolingües franceses utilizaban su hemisferio derecho como lo harían para procesar cualquier sonido complejo no lingüístico. Los niños adoptados mostraron el mismo patrón que los bilingües en su hemisferio izquierdo.
También hubo una activación más fuerte entre los niños mayores con respecto a los que habían sido adoptados. Los investigadores sugieren que esto indica que la representación del tono léxico se refuerza con una mayor exposición a la misma. Sin embargo, el tiempo trascurrido no supuso ninguna diferencia en la cantidad de activación del cerebro de los niños adoptados, lo que posiblemente indica que una vez se ha establecido la representación del acento tonal en el cerebro, el tiempo no lo debilita ni lo borra.
Lo que hace este estudio particularmente útil, dice la Dra Cristina Dye, una investigadora que estudia la adquisición del lenguaje infantil, es que el tono léxico es muy útil para sondear el tema. Estudios previos que abordan la misma pregunta, utilizan pruebas que requieren conocimientos lingüísticos más complejos, menos propensos de ser aprendidos a edades tempranas. El tono léxico también tiene la ventaja de ser difícil de aprender para los adultos, lo que significa que los rastros que haya de él serán probablemente adquiridos en la primera infancia.
Al igual que otros estudios de resonancia magnética funcional, el tamaño de la muestra es pequeño. Esto se debe al costo de la tecnología, así como los estrictos criterios para los participantes. Sin embargo, los resultados corroboran varios estudios de comportamiento que han mostrado rastros similares de lenguas perdidas, dice Dye.
La siguiente cuestión a determinar ahora, según los investigadores, es saber si las huellas neuronales de la primera lengua olvidada pueden afectar al aprendizaje posterior o procesamiento en el cerebro de otros idiomas. También puede haber implicaciones para el aprendizaje de la lengua perdida: las personas expuestas a un primer idioma, pueden ser capaz de aprenderlo más rápido, o de forma más compleja, que aquellas que no se han expuesto en absoluto.